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¿Que acaso escribir no es lo que hace un escritor?
Por: Sebastián Torres Escobar

Título: Leopoldo (sus trabajos) en Obras completas
Autor: Augusto Monterroso
Género: Cuento
Lugar y año de publicación: México, 1959
Editorial: UNAM

Pues sí, pero no son lo mismo los trazos de un pequeño; no son lo mismo los
párrafos de un estudiante; no son lo mismo los ensayos de un profesor; y no son lo mismo
las tesis de un doctor. Cada uno tiene un grado de esfuerzo, significado y retórica. Y aún así
dentro del gremio de la profesión escribir no implica ser escritor, precisamente por la
diferencia entre oficio y ésta. Quizá es mejor definir la escritura como una parte de las
tareas que hace un escritor y no creer que eso es lo único que hace. Aún peor es tratar de
resolver el dilema con analogías: el enredo para los aspirantes a escritor parece ineludible
cuando una respuesta de un familiar puede ser “escribir es dibujar”. Además del acertijo que
propone esa definición puede que se le haya preguntado al familiar que dijo “usted tiene
madera de escritor” y tratar de seguir una sugerencia que nunca surgió de sí mismo.
Algo así fue de Leopoldo Ralón, y quién sabe si ocurrió con Augusto Monterroso.
Leopoldo es un personaje de Augusto, un escritor que publicó al empedernido lector
aspirante a un hito literario en 1959 en Obras Completas (y otros cuentos). Ese compendio
fue la primera publicación del hondureño a quien luego se le reconocería por su brevedad y
se le anexaría al género del microrrelato, es sobre todo reconocido por el cuento del
dinosaurio que consta de una oración. En Leopoldo se encuentra un Augusto incipiente en
la escritura, un cavilador; sin embargo no hay que creer tal ligereza de que todo acto de
escritura es un retrato, no todo dibujo es uno. Al indagar en otras obras se puede rastrear
qué buscaba Monterroso con la escritura, como lo es Viaje al centro de la fábula que detalla
su relación por medio de entrevistas que se le hicieron.
Su aporte a la literatura no solo se midió en su brevedad sino en su adaptación
moderna de la sátira y la parodia a través de sus cuentos. El éxito que consiguió debería
permitir incluirlo en El boom lationamericano, sin embargo encajar una obra dentro de la
difusa definición de éste hace que no sea mencionado; sobre todo por que el boom no solo
es éxito como ‘best seller’. Para esclarecer, el boom latinoamericano es una época, periodo
entre las décadas del 60 y 70, en la que obras literarias latinoamericanas obtuvieron tal
éxito que se reconocían hasta en europa; no fue solo su alcance sino la crítica que también
proponían debido al contexto autoritario por el que atravesaba latinoamérica haciendo así
obras con sentido ético, político y social. Aún así el mismo Vargas Llosa, que sí se le
incluye, debate y cuestiona mucho la idea del grupo de escritores allí abordados; pues el
boom estaba a merced de la difusión y las listas que críticos y lectores hicieron.
Leopoldo (sus trabajos) no es una excepción a la crítica del mismo oficio, a los
inicios de cualquier escritor, al, muchas veces, extenuante y poco fructífero proceso de
escritura; sin embargo ese trabajo como una unidad no debería hacer parte porque la
característica de las obras que hicieron parte del boom no es muy dominante. Leopoldo
persigue una profesión y debido a que es un cuento no hay demasiado espacio para detallar
al protagonista, a pesar de ser un cuento extenso.
Es un cuento que permite entender el proceso de escritura: es empírico en mayor
medida, así que siempre será distinto entre escritores. Por supuesto es la vida de Leopoldo
pero no es toda, es un cuento que data comportamientos y orígenes que el protagonista
tiene llevándolo a escribir. Una trama con argumento simple, la aspiración —que llegaba a
rayar con pretensión— de Leopoldo a la profesión y no demasiados personajes, los
personajes de sus posibles cuentos. No solo cumple como cuento, a su vez es la manera
adecuada de proponer una temática como esta: un escritor que no sabe escribir pero intenta
y, siendo lo más coincidencial, el momento de vida en el que el autor lo escribe, sus inicios.

Es un autorretrato. No fue hecho con ese propósito, es un cuento, pero el dibujo —el
texto— junto con respuestas del compendio de entrevistas lo evidencia. Ya no es una
ligereza; Monterroso dice allí que no te das cuenta de cuánto de ti mismo estás volcando
sobre la obra “empiezas alegremente y el mismo texto va sacando las vivencias escondidas,
agazapadas quizá. Uno se hace la ilusión de que está hablando de otro e insensiblemente
termina hablando de sí mismo”. Quizá todos los detalles sobre los comportamientos, que
vislumbran inseguridades, de Leopoldo cabrían en una propuesta como la novela y quizá
allí encontraríamos un autorretrato más detallado; probablemente Monterroso contaría que
leía mucho porque tuvo que dejar la escuela a corta edad, lo que le provocó inseguridad y,
como aliciente, lo llevó a leer siempre que encontraba un espacio mientras trabajaba. Aún
así el cuento nunca excluyó detalles volcados que conectaban directamente al autor con su
personaje, como lo fue la brevedad.
Me pregunto si esta reseña es un dibujo; me pregunto si con la madera que
supuestamente encontraron en mí, logré hacer la escultura tallada. Fue Leopoldo, no el
personaje sino mi familiar —sí, qué coincidencia—, quien me dijo que escribir era dibujar y
que me creía lo de escritor. También me pregunto si este párrafo lo pudo escribir Ralón
cuando digería el eureka de Don Jacinto en él; de algún modo lo hizo en el cuento, por más
que creyese que no había sido una aventura. Quizá la pregunta no debería ser o
correlacionar simplemente la escritura con escribir como acreedor de la profesión, quizá se
debe entender el proceso y también disfrutarlo; entender que tiene posibles lineamientos
pero no son más que sugerencias.
Fue conflictivo leer a Leopoldo, por más que el narrador diera una cohesión y un
norte: muchas veces parecía que el cuento perdía el ritmo con los incisos del protagonista
cuando leía y entraba un ‘posible tema’; cuando pretendía hallar razones pero se desviaba
divagando y retomaba sus posibles temas. Es eso lo que verdaderamente enriquece el
cuento, que el tema se narra como si pudieras vivir el meollo del asunto—volverte un
escritor. Claro que escribir es lo que hace un escritor, pero para eso debes volverte uno y
eso no es lo único que se hace. Diría, mejor, que quizá es la acción inocua que abarca todo
lo que implica ser escritor.
“Pues bien, renuncio a escribir, no soy escritor. Es más, no quiero serlo” (p. 90) es
uno de los pensamientos que cualquier aspirante al leer este cuento llegué a pensar,
dimensionan todo lo que puede ser el oficio de escritor. Y probablemente el consiguiente a
ese pensamiento, así como el de Leopoldo, sea un esperanzado y perseverante intento,
cual artesano o deportista, de volver a trabajar hasta dar la talla o lograr el tallado. Es
normal sentirse incapaz y de algún modo abatido, el autor de este cuento se sentía así
cuando dijo en Viaje al Centro de la fábula que Leopoldo (sus trabajos) lo escribió por 1948,
“en una época en que yo mismo me sentía incapaz de escribir y no me decidía a ser
escritor”.
La evolución de Leopoldo es un aspecto que atrae a cualquiera, por más que se
intente opacar por mala ortografía, puntuación o pleonasmo. Leopoldo intentaba expresar
sus ideas y lo que decide como respuesta es el final abierto, su estilo; no sabemos si la
brevedad lleve a Leopoldo al hito literario que tanto busca. Si es que Augusto es Leopoldo,
entonces así fue, lo logró. Evolucionó como trabajador en la escritura, pero en cuanto a las
propuestas narrativas decididas para su cuento del perro deben ir más de la mano hacia
qué tipo de trama debe llevar el protagonista, pareciera que Leopoldo detallaba demasiado
un cuerpo sin entender o imaginar la columna vertebral y el sistema nervioso que orientan
un relato. Si se trataba de un encuentro que demostraría la valía del personaje, debe ser
corto para poder ser un cuento, pero también debe demostrar allí cómo es que el personaje
es valioso. Los detalles no son detalles si no están orientados como unidad.
Si usted está intentando solventar la cuestión del título, debe entender que escribir
es solo la síntesis de transformar pensamientos en argumentos, relatos y dejar referentes
entre ellos, conversar con el lector —algunas veces jugar con él, entre ustedes—; y si a su
vez usted está intentado lograr el hito como busca Leopoldo entonces le recomiendo lo que
considera el grupo Aerophon en la canción La Esquina del Mariachi: “Procura que tus

palabras sean mejores que el silencio”. Teniendo en cuenta no solo lo novedoso; o lo
ingenioso; o lo trillado. Espero esto haya sido un dibujo y no un garabato.


Referencias:
-Monterroso, A. (1981) Viaje al centro de la fábula. Editorial ePUB (p. 43, 49)
-Monterroso, A. (1959) Leopoldo (sus trabajos). UNAM (p. 90)
Bibliografía:
-Equipo editorial, E. (2023, Enero 24). Boom Latinoamericano: Origen,
Características y Autores. Enciclopedia Humanidades. Tomado el 15 de febrero de 2023,
desde https://humanidades.com/boom-latinoamericano/

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